No fue así, se rindió antes de poder descubrir que la vida
era engaño. No llego a apreciar la mentira del seductor, que te envuelve en una
pompa de algodón y te lanza al aire sin que haya nadie que amortigüe la caída.
Volveremos a las armaduras y murallas, al medievo donde todo lo romántico
resulta una ficción de rescates de princesas que nunca quisieron ser
encontradas. Nos resignaremos a la desconfianza de saber que simplemente ya no
hay nada, a parte de juegos superficiales que consiguen penetrar en las pocas
almas que se resisten a tomarse la vida como una ruleta rusa. Dispárame, pero
acierta con la bala, cansado nos encontramos de tener que ir a cuestas con
heridas por la vida, por culpa de aquel que nunca consiguió acertar en la yaga.
Cuesta entender la infelicidad del alma ajena, y aún mas sus
terribles consecuencias. La envidia pocas veces fue sana, y provoca que todos
en un momento de nuestras vidas pensemos… ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
¿Por qué la vida de algunos se centra en manipular la de
otros?
¿Por qué uno puede llegar a contradecirse tanto que acaba
sin ser alguien?
¿Por qué una vida no puede estar para vivirla y siempre hay
gente que se empeña en malvivirla?
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